martes, 26 de marzo de 2013

LA DUDA Y LA REALIDAD

A raíz de un programa que vi hace tiempo, me empezaron a asaltar dudas. Y desde entonces le doy vueltas a la cabeza y no reparo en seguir pensando en una solución factible para las dudas que me sobrevinieron. Son dudas profundas, dudas que me desvelan una realidad de que nunca antes había sido consciente, sabedor... No son, ni por asomo, de tipo sexual o amoroso. Son dudas acerca de lo que pienso, de la concepción errónea que tenía del universo que giraba alrededor de mí. Son dudas sobre la sociedad, el papel de unos y de otros, de mi papel, de la política, de la ciencia, de la religión... Son un compendio de dudas que, en mayor o menor medida, están ligadas, entrelazadas entre sí. Tienen un tanto o poco que ver.

Haber empezado a dudar y no encontrado la solución a las dudas, ha hecho que me plantee serios protocolos sociales, formas convencionales de actuar y de pensar. Creo que no hay - aclaro el "no hay" como algo filosófico que sentencia el devenir de nuestra existencia y condiciona el modo en que la vivimos y desarrollamos - verdades absolutas por las que regir nuestra vida. Está claro que el ser humano es un animal racional (véase los casos, no en todos, y hay muchos ejemplos de ello) y que utiliza, a mi percepción de la naturaleza y la sociedad, demasiado la razón, aunque yo de ella participe en medida seria, ya que anula (parte de culpa aquí la tiene la sociedad y los convencionalismos sociales y tabúes sobre determinados temas: sexo, amor, drogas...) los instintos básicos que ha hecho que el ser humano evolucione en alguna medida y en otros casos, que involucione (preferiría no generalizar, pero es así). Plantearse de nuevo el mundo que se tiene alrededor es una tarea devastadora, no sólo para el "planteante*", sino para el planteado. Ello conlleva la visión de una realidad inexistente, falsa, fácilmente desmontable que siempre se nos había presentado como única y válida. Y esto puede hacer temblar los cimientos de lo que se creía, poniendo en serio peligro la salud socioemocional del individuo en cuestión, ya que es tratado de bicho raro, o como se suele utilizar hoy día "antisistema".

Me he estado planteando temas tan serios como la utilidad de mi ser, o mi afección a la política, la creencia absoluta a la ciencia o mi capacidad retórica, incluso cuán buen hijo era o si mi corpontamiento en la sociedad estaba fuera de lugar según los convencionalismos sociales. He visto que la realidad en la que vivimos, según la percepción de cada individuo, es tan cambiante como las estaciones, como un país, como un sistema operativo que se renueva año tras año para no caer en desuso... Dudar me ha servido para ver que no hay que obcecarse en la certidumbre de una sola cosa, de un solo tema, porque ahí tenemos el serio peligro de caer en el peligro de la rutina mental, en el "borreguerío*" más rancio. Dudar y plantearse nuevos conceptos del universo que nos rodea es bueno para la plasticidad cerebral, para adaptar el cerebro. Porque según leí una vez, el cerebro no ansía saber, sino adaptarse para sobrevivir y si para ello, hemos de cambiar de opinión, no debemos negar ese derecho incuestionable a nuestro cerebro, del que en gran parte depende nuestra existencia e integridad fisiológica.

En resumidas cuentas, dudar a mi parecer es bueno y hacerlo de vez en cuando no nos vendría mal. Dudar es sano. La prueba la tenemos en que ese antepasado nuestro que dudó de si estar en el árbol de toda la vida era lo mejor o no dio lugar a homínidos erguidos y al ser humano actual.



* Las palabras señaladas con este símbolo no figuran en el DRAE ( Diccionario de la Real Academia Española), pero las he utilizado o inventado para hacer mejor entender el texto a los lectores.

Espero que os haya gustado el texto. Disfrutad. Cualquier fe de erratas por parte de algún lector será bien recibida.